
A 460 millas náuticas de Ciénaga (Colombia) entre la isla de San Andrés y Providencia, en pleno Caribe, habitó una vez por encima de la superficie del mar, la isla de Hulapaipo.
La isla de Hulapaipo albergaba en su seno a los hulapaipos. Unos indígenas altos, muy altos, con la cara redondeada y los ojos del color del mar, del color del mar en cada época del año. Se decía que que la sonrisa de los hulapaipos inspiraba la ternura y la bondad de la mirada de una madre al sostener por primera vez a su bebe en sus brazos. Una sonrisa interminable y acogedora, una sonrisa maravillosa, llena de deleite y encantamiento.
Los hulapaipos adoraban una única deidad de la nunca se han obtenido representaciones gráficas. Cuenta la leyenda que cada hulapaipo albergaba en sus entrañas a la diosa Saba, en lo más profundo de su estómago. Los hindúes llaman a este espacio “Manipura” o tercer chacra. Este espacio es el responsable de los procesos purificadores del cuerpo y de la limpieza de toxinas. Los hulapaipos eran puros y estaban exentos de emociones tóxicas. Su confianza en el proceso de su existencia les hacía vibrar en una longitud de onda muy pura. En Hulapaipo el vocablo “mingo” significa tesoro o sorpresa. Todos los hulapaipos atesoraban una sorpresa, un tesoro en sus entrañas.
Cuentan los pescadores de pargo rojo de la zona marítima entre San Andrés y Providencia, que alguna vez al regresar de sus labores de pesca habían conseguido ver la isla de Hulapaipo. En realidad ningún pescador adulto lo había conseguido ver, solo los hijos de pescadores que habían acompañado en alguna ocasión a sus padres en las labores de pesca, relataban haber visto una isla a mitad de camino entre San Andrés y Providencia. Curiosamente la mayoría de testimonios de avistamientos de la isla de Hulapaipo coinciden con vísperas de Navidad y Nochevieja entre las 6.30 y las 7.00 de la madrugada. Al parecer la isla emerge con toda su claridad y su magia. Los más infantes cuentan como se adivinaba la silueta de hulapaipos en la orilla, cubiertos por una luz multicolor que se confunde con el blanco fatuo de la isla. Algún historiador de la zona, conocedor de la leyenda sobre los hulapaipos, describe que la arena de las playas de esta misteriosa isla estaba formada por granos minúsculos del mineral “puramani”, un mineral más duro que el diamante y que solo la lava del volcán de la isla de Hulapaipo y la erosión del mar conseguía deshacerlo. Las arenas de puramani eran las arenas más blancas, inmaculadas y brillantes del Caribe.
Lo más sorprendente sobre la leyenda de este pueblo hulapaipo, es que la existencia de estos habitantes estaba basada en la magia, en el misticismo y en la confianza. Se habla de un ritual divino que hacía que el pueblo hulapaipo fuera tan especial y tan diferente al resto de pueblos indígenas de la zona.
Todas las semanas los hulapaipos repetían un ritual mágico. El sexto día de su calendario semanal, “dosaba” o día de la diosa Saba –diosa de la intuición y la incertidumbre- todos y cada uno de los hulapaipos se encomendaban a su deidad para que les mostrara el camino hacia sus sueños y les ayudara adivinar por sí mismos los retos de la semana siguiente. Cada sábado del calendario hulapaipo era un día de magia e iluminación.
Al final del día y al inicio del día siguiente, el “mingodo” en dialecto hulapaipo “día de “mingo” o día del tesoro y la sorpresa, cada hulapaipo se levantaba con el discernimiento para afrontar los retos de la semana siguiente. La intuición y la sorpresa eran la base de la magia de los hulapaipos. No existían preocupaciones, no había miedos, la intuición se encargaba de los detalles y mágicamente todos los domingos la solución a sus retos, a sus inquietudes aparecía de forma misteriosa delante de sus ojos. Un milagro todas las semanas. Una rutina milagrosa.
Un día, que algunos historiadores se aventuran a hacer coincidir con el 12 de octubre de 1492, la isla desapareció. La leyenda cuenta que cuando el mundo vibre con la misma energía de todas las Nochebuenas y Nocheviejas del año, la isla emergerá de nuevo y los hulapaipos serán los maestros de toda la humanidad.
Otros historiadores fijan la desaparición de la isla coincidiendo con el final de la Edad Media, la aparición de los primeros físicos en Europa y el declive de los alquimistas. Relatan que muerta la Alquimia, desapareció la isla de Hulapaipo.
Todo son conjeturas, lo único cierto es que entre San Andrés y Providencia ya no existe ninguna isla y que muchos son los hijos de pescadores de la zona que relatan un color blanco, puro y divino, que parece rodear a una isla que emerge de la nada entre las 6.30 y las 7.00 de la madrugada, coincidiendo con las vísperas de Navidad y Nochevieja.
¡Un pueblo sabio, el Hulapaipo!
Dan ganas de encomendarse este mismo sábado a la diosa Saba y a su intuición, para recoger la sorpresa al día siguiente. Yo tengo la esperanza de que algún día todos haremos emerger de nuevo a la isla de Hulapaipo y volveremos a vibrar con la ilusión de un niño pequeño.